Jeanette Winterson, ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?

Jeanette Winterson, <i>¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? </i>

«-Jeanette, ¿puedes decirme por qué? -Por qué, ¿qué? -Sabes muy bien el qué. -Cuando estoy con ella soy feliz. Feliz sin más.

Asintió. Parecía que comprendía y pensé, de verdad, por un instante, que iba a cambiar de opinión, que hablaríamos, que estaríamos al mismo lado del muro de cristal. Esperé. Al final me soltó: -¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?»

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Sara Mesa, Cara de pan

Sara Mesa, <i>Cara de pan</i>

«Dio la vuelta y se apresuró aún más, pero en sentido contrario. Sin saber bien qué hacer todavía. Sin saber adónde se dirigía. Sin saber por qué estaba huyendo. El corazón le latía muy fuerte, pero ella se sentía extrañamente aliviada, incluso feliz»

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Carmen Martín Gaite, Nubosidad variable

Carmen Martín Gaite, <i>Nubosidad variable</i>

«Buenas o no, mandan mucho las horas, tanto por lo que deciden como por lo que regalan, si somos capaces de recibir con gratitud y buen gesto el regalo. Casi nunca salen vacías al cascarlas, rara es la que no trae en su seno algo que no llegamos a descifrar o a lo que hacemos ascos, pendientes sólo con obtuso empeño de ver si coincide con lo que nosotros habíamos pedido. Pues no. No coincide casi nunca, conviene hacerse a la idea. Son como los Reyes Magos las horas de la vida. Pero en plan de “o lo tomas o lo dejas”, no les gustan las súplicas ni los requerimientos. Rechazar de plano el pacto que proponen y el fruto que brindan es poner cimientos tempranos a la arterioesclerosis. Y mejor, en caso de aceptar, hacerlo de buen grado y con mirada alerta, porque así es como pueden caer propinas inesperadas. La sorpresa es una liebre, ya se sabe, y el que sale de caza nunca la verá dormir en el erial»

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