Nuria Labari, El último hombre blanco
«Así que cuando la cuota femenina está a punto de cumplirse en algunas de las empresas más importantes del mundo, resulta que el poder sigue siendo masculino. Una cosa es cambiar a los jugadores y otra las reglas del juego, y las reglas, también las de hoy, las inventaron ellos. Y esa es la razón por la que el futuro no puede empezar.»
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🐚 Leo este libro en vacaciones, cuando tengo la suerte de poder dejar de contar el tiempo, de poder mirar, de poder escuchar, de poder pasear, de poder pensar y de poder no pensar. Por eso puedo adentrarme en su incomodidad con un poco de perspectiva y recibir con calma sus verdades como puños, su contundencia, su destreza a la hora de retratar la realidad y de ponernos de frente con nuestras contradicciones.
La inteligencia de Labari brilla en todas las frases y nos catapulta a otra dimensión, no para darnos espacio, sino para zarandearnos y mostrarnos bien cruda y desde mil ángulos distintos nuestra sociedad y el poder que la rige.
El poder ha sido creado por el hombre blanco. Y busca que seamos mejores, más eficaces, que queramos ganar más dinero, que seamos máquinas, que no pensemos, que el cuerpo y el alma sean fuente de productividad y no de amor.
Las mujeres, al llegar a él, pueden continuar con esa esclavitud, pueden aceptar esa idea de la igualdad que quiere convertirnos a todos en hombres blancos de la tribu del capitalismo salvaje. O pueden cuestionarla y buscar maneras de hacer estallar sus estructuras, de hacer que quienes tienen el poder entiendan el lenguaje humano y la vulnerabilidad de los cuerpos ajenos.
Estas son solo un par de ideas que se desprenden de una novela que analiza y cuestiona al detalle nuestro mundo, el poder, el dinero, el trabajo, los roles de género, el tiempo, la salud, la familia, la igualdad, el amor.
Zambullirse en ella justo al comienzo de un nuevo curso puede ayudarnos a pensar cómo seguir sintiéndonos vivas en medio de la espiral cotidiana. 🐚